jueves, 12 de noviembre de 2009

La vida no es color de rosa…

Sintió miedo de hablar de más, porque él a veces respondía de menos. Se dio cuenta de que nunca había logrado medir sus reacciones, nunca supo que esperarse porque habían momentos en los que decía más de lo que pensaba. Sentía que había tantas cosas en su cabeza que él no sabía lo que pensaba o decía y por eso le aterrorizaba la idea de voltearse de pronto y no encontrarlo.

 

Era lunes, había pasado las dos semanas más fantásticas de su vida… pero para comenzar esta historia hay que regresar a aquella noche…

Era un domingo lluvioso, de esos que nos provocan quedarnos en cama; era de noche, y estaban en el estacionamiento de aquella clínica, funesto domingo a decir verdad. Un celular desconocido, dos amigos y un sushi de dudosa procedencia… la misma que el celular probablemente. Fue un día que la marcó, nunca había sentido la violencia tan cerca y le costó mucho superarlo.

Pasaron semanas y nada encajaba, aquel suceso al aire decidió por ella el destino de su pasada relación, y en aquella reunión todo tuvo sentido. Se encontró de nuevo con aquel celular, lo reconoció de inmediato, era el mismo de la clínica, pero ahora tenía una cara, un dueño, una persona que cumplía con los requerimientos de aquella misteriosa obsesión que la había envuelto de hace ya años. Pero como todo en la vida la situación no podía ser perfecta, se encontraba inmersa en una tormenta, absorbida por aquel problema del pasado de fácil solución, pero que se negaba a terminar de desaparecer.

Él también… estaba acompañado y eso podía representar un problema, por eso decidió obviar su presencia. Decidió alejarse de sus problemas, dejar atrás su pasado y así la conoció a ella, la novia, o la  ex, no sabría definirlo en aquel momento; era, en fin, la razón por la que decidió no acercarse más. A decir verdad, y por más que le duela admitirlo, le agradó. Pero como ya dijimos antes, no todo en la vida es color de rosa.

Pasaron semanas y lo encontró de nuevo, caminaba por aquel lugar conocido, con una cantidad muy alta de alcohol en la sangre para ser honesta. Ahí estaba, ligeramente diferente, el pelo más corto, u poco cansado, pero solo, convenientemente solo. No sabría si fue el alcohol, la soledad o la constante búsqueda de algo que se sintiera bien, que pudiera satisfacer sus necesidades. Comienza entonces, como podríamos predecir, un torbellino de situaciones extrañas que terminan por lograr un lazo emocional. Salidas, películas, cervezas y juegos; casas,vacas, carros, locales y carreteras son muchas de las cosas que se encontraron en el medio.

Llegamos así a aquel funesto lunes… aquel momento en que ya ella había decidido que estaba haciendo lo correcto, que al final del túnel había encontrado aquello que estaba buscando. Pero como no todo en la vida es color de rosa, solo había conseguido a aquella persona que despertaría sus peores miedos. En aquel terrible lunes en que jamás obtuvo una respuesta a un simple mensaje de suerte, a un deseo puro y de corazón.

Ella solo supo de su decisión cuando el se dio cuenta de lo equivocado que había estado. Se había ido, y ella nunca lo supo; la abandonó y ni siquiera tuvo la decencia de verla a la cara y decirla que ahí terminaba el camino. Tuvo que esperar, se quedó sentada ahí culpando al servicio telefónico, al mal estado de su celular, al congestionamiento de las líneas, hasta que el decidió aparecer, esclarecer sus dudas y hacerle saber que había dado todo por acabado, pero también que se había dado cuenta de que tenía en sus manos la decisión incorrecta. Fue una conversación de horas, donde ella constantemente sintió el sabor amargo de su desprecio bajando por la garganta, donde tuvo que escucharlo hablar de ella, colocándola ahí, en su pedestal, en aquel sitio donde estará hasta el final de los tiempos aunque él lo niegue.

Fue aquel lunes donde la marcó, donde sintió aquello que no puede evitar sentir cada vez que el no está, donde aprendió que, final y verdaderamente, la vida no es color de rosa.