viernes, 3 de abril de 2009

El Conejo Blanco

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Siempre se me ha hecho difícil sentarme frente a ti y hablarte claramente, pienso todo lo que digo un millón de veces y las palabras me traicionan cuando estás alrededor. Siento que te das cuenta de lo vulnerable que soy en ese momento y por eso te aprovechas. Me han dicho miles de veces que no soy transparente, pero cuando tu estás cerca me siento la persona más expuesta del mundo.

Eres, para mi, la definición de la persona que siempre llega en el momento incorrecto, y aún así no me importa, porque al final, conmigo, siempre es tu momento. No hay una situación en la cual rechazaría tus propuestas, o mejor dicho tus acciones, porque al final nunca propones nada. Si, es verdad, yo sé que me he equivocado, una vez gravemente, la otra, honestamente, todavía no sé que hice mal, pero puedo suponer que fue mi culpa.

Ahora bien, si he de decirte cómo son las cosas en verdad para que lo entiendas… quiero que me escuches detenidamente porque esto no ocurre todos los días.

No sabes cómo se me rompe el corazón cuando me doy cuenta de que solo soy tu amiga, igual que hace ya 6 años; me hace demasiado daño darme cuenta de que aquel 22 de agosto conocí a la persona que marcaría demasiados momentos en mi vida, me haría sentir demasiadas cosas, y que solo sería “mi amigo”.

Es triste saber que harías todo por alguien que ni siquiera se preocupa por responderte un mensaje para dejar tu cabeza en calma. Me rompe el corazón querer tanto a alguien que nunca lo hará de vuelta. Quisiera un beso y un abrazo que no tengan alcohol de por medio, porque quisiera que estés consciente de lo que estas logrando, haz fallado una y mil veces en darte de cuenta que mi cara, en situaciones así, es la cara de aquella persona que disfruta de algo que nunca será suyo, solo puedo pensar en cómo desearía que no lo hicieras solo por jugar conmigo.

No quiero llorar más por ti, y quiero que dejes de ser el maldito conejo blanco de mi vida. Iría hasta el fin del mundo siguiéndote y tu seguirías caminando, ignorándome, para luego, en el momento en que el cansancio no me deje seguir detrás de ti, tengas algo que reprocharme.

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