Pero ahora, con las condiciones de vida deteriorándose, y la certeza de que estamos condenados a la destrucción, nos hemos transformado en un implacable ejército de libertad.
George Jackson
Era una destrucción constante, un caer en picada, cada vez a mayor velocidad. Un abuso de sustancias, una adicción al contacto y un vicio adictivo por todo aquello que puede hacer daño. Un descontrol total, cuyo único fin era explotar y acabar con todo lo que existía alrededor.
Solo quería prenderme en llamas, combustión espontánea, no más. Acabar con todo esto de un jalón, literalmente, aunque fuera imposible. Era vivir para la destrucción, mientras mayor era la destrucción, mayor era la sensación de estar viva; de no ser una sombra más que camina por el mundo.
Es tratar de pintar de colores un mundo que por un momento se tornó blanco y negro, ni siquiera gris; sin darnos cuenta de que solo nos vamos hundiendo más y más en la oscuridad. Solo obtenemos un relámpago, algo que nos ilumina por un instante y luego nos abandona en medio de la noche.
Es que no quiero, no me provoca, es mi decisión y nadie puede interferir con ella. Resulta que un día me levanté y me di cuenta de que vale la pena, todo este daño por ese momento de luz y claridad, porque al final, nada mejor que la combustión espontánea para acabar con un pasado que no queremos recordar.
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