Se puede decir que ella siempre supo el final de la trama, pero nunca conoció los hechos; poco a poco fue descubriendo lo que estaba buscando, y de esa misma manera se fue dando cuenta de que nunca existió en él. Fueron cuatro intentos, cada uno de ellos más intenso que el anterior, cada vez se entregaba más, y con cada uno de ellos se hacia más y más daño. Hasta que un día el cuerpo no tuvo corazón que siguiera latiendo para mantenerlo sano.
Dos entregas completas, dos proposiciones rechazadas y un nuevo engaño. Todo ocurrió en un espiral descendente, lleno de ilusiones en un principio, pero cada vez se iba poniendo más oscuro, hasta transformarse en una caída en picada que ya era inevitable. Nunca le echó la culpa, de hecho siempre la asumió ella, hasta que su corazón dejó de sentir, en ese momento dejó su cuerpo a merced de sus instintos, y se dio cuenta, por primera vez, de que estaba enferma. Estaba enferma de la cabeza, sus pensamientos se habían tornado incomprensibles, su hilo de ideas ya no existía, solo llovían ocurrencias a su cabeza, y fue así como todo colapso.
Aquella mujer incapaz de hacer daño intencionalmente desapareció; y con su herida sangrando se dispuso a tomar venganza, a llevar a buscar cualquier manera que le diera descanso a tu tormentosa cabeza. Había considerado matarlo, pero eso solo le ahorraría, a él, el precio de sus acciones; consideró hacerle daño, pero ya lo había intentado, y nunca era una acción eficaz. Fue así como chocó de pronto con la idea, su plan maestro, aquello que le dejaría descansar en paz, pero que él nunca lograría superar.
Se dispuso entonces a enfrentar el desenlace de esta historia; se decidió, de una vez por todas, a darle cierra a 5 años de tortura. Ni siquiera se preocupó por vestirse, solo se colocó la ropa interior más sexy que tenía, aquella que había usado en aquel aniversario que ella nunca olvidaría, pero que para él era inexistente, pensando -“esta vez no lo olvidará, esta vez no será una pérdida de tiempo”-, y encima de eso una gabardina suficientemente larga como para parecer vestida. Se colocó unos zapatos altos, de tacón fino, como los de toda escena de seducción de película; agarró las llaves se la casa de él, que todavía conservaba por alguna extraña razón de la vida, se montó en su carro y se dispuso a llevar a cabo su plan… esta sería una noche que el nunca olvidaría.
Llegó a su casa, respiró profundo y entró. Él no había llegado, debía estar en el trabajo, o con alguna otra mujer; pero esto no era un impedimento. Comenzó a revisar la casa buscando lo que necesitaba, al encontrarlo preparó el cuarto y se fue hacia el bar. Abrió una botella de vino, para matar el tiempo y reforzar sus intenciones, necesitaba el coraje necesario para hacer esto sin siquiera pensarlo. Se relajó en la sala, esperando, cigarro tras cigarro, hasta que al fin vio las luces del auto. Entró al cuarto, se acostó en la cama y lo llamó al celular, el extrañado le atendió, ella verificó que estaba solo y lo invitó a pasar.
Las cosas fueron lentamente, se consumieron dos botellas de vino antes de que ella lograra fijar su meta en su cabeza, y se lanzó a obtenerla. Lo quería a él, pero para romperlo, dañarlo, dejarle una marca que nunca nadie le había dejado. Lo sedujo, se tocaron, se besaron y tuvieron el mejor sexo de su vida, hasta que ella decidió que era el momento, se sentó encima de él y teniéndolo ahí tomo el revolver que había escondido en el cuarto antes de que él llegara.
Él entró en pánico, rogándole que no lo matara; ella despreocupada, en el tono más neutral que consiguió, con una sonrisa en la cara le dijo: -“Todo esto ha sido tan terrible, que solo me provoca acabarlo”- se colocó el revolver en la sien, y halo el gatillo, dejándolo a él ahí, inmóvil, en estado de shock, totalmente incrédulo ante la imagen de sangre y sesos regados sobre su cuerpo.
Ella había logrado su cometido, esta sería una noche inolvidable, el nunca la superaría, y al fin, ella podría descansar en paz.
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