It is the mark of an educated mind to be able to entertain a thought without accepting it. -Aristotle
It's not denial. I'm just selective about the reality i accept. -Calvin and Hobbes
Resulta que a veces podemos hacer una lista de exactamente todo lo que nos molesta; y aún mejor, podemos hacer otra de aquello que no deberíamos hacer o involucrar en nuestras vidas. Y así, en el mismo tono, y con la misma actitud, podemos ir por la vida ignorando ambas listas, encontrándonos rodeados de todo lo que odiamos y haciendo todo lo que sabemos que no deberíamos hacer.
Mi caso en particular… tengo algo que está en ambas listas, digamos alguien, para ser más específicos; y aún así no puedo separarme de eso. ¿Por qué nos tienen que gustar las cosas difíciles?, ¿por qué no simplemente ser conformistas, pragmáticos, e irnos por lo que tenemos fáciles?, ¿qué hay en la naturaleza humana que hace que lo sencillo nos aburra?…
Es la típica historia de aquel que sabe que es lo bueno, pero no lo quiere para si, la vida del que busca algo y cuando lo consigue ya no lo necesita. Es como decirte que el Coyote finalmente atrapó al Correcaminos y ya no tiene hambre, o no le gusta como sabe, sin tener los millones que debe haber gastado en equipos marca “ACME”, ¿no era más fácil gastarlos en comida?, ¿no era más sencillo darse a la cacería de otro animal?, probablemente si, pero se consigue más entretenimiento con esa búsqueda desesperada de lo que no podemos tener.
Es que simplemente no lo acepto, no lo quiero creer, no quiero quedarme con un podría, porque no me convenzo a mi misma de que las cosas no puede suceder. El pensamiento está ahí, sé que es casi imposible, pero nunca borraré ese casi de la frase. No niego la realidad, solo me niego a aceptarla, se que está ahí, pero no la quiero ver. Tengo esa idea en mi cabeza que me dice cuanto me equivoco, pero no termino de tomarla como cierta.
Así que es cierto, soy culpable… soy culpable de no conformarme, de buscarme lo difícil, de perseguir aquello que me hace daño y caer en juegos sin sentido. Soy culpable de presionarme a ver hasta donde aguanto, de explotar en el momento incorrecto y de no poder callarme la boca. Soy culpable de tener una personalidad fuerte y dominante cuando se trata de mis metas, y de no dejarme llevar por los sentimientos a la hora de evaluar mis prioridades. Soy culpable de todo, y a la vez de nada, porque nunca he alcanzado, a ciencia cierta mi objetivo, porque nunca he tenido la intención de atropellar a nadie, porque nunca he querido un corazón más que aquel que no he podido tener.
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