lunes, 22 de junio de 2009

Estaba congelado…

 

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Siempre has estado aquí, eres eso que vemos cuando abrimos el congelador; aquel pedazo de algo congelado, que sabemos lo que fue, y esperamos que siempre tenga el mismo sabor. He abierto esa puerta demasiadas veces ya, siempre con miedo a tomar lo que hay dentro, y cada vez que lo hacia me invadía el miedo a dañarlo, a conseguirme con una realidad diferente a la que esperaba cuando congele aquella memoria.

Han pasado años y supongo que espere que siempre fuera lo mismo, finalmente me decidí a tomar el riesgo, a no ver más esa imagen como la he vivido desde hace tanto tiempo. Abría el congelador y saque aquella memoria, y la deje ahí, para que el tiempo me dijera que hacer con ella, para que el pasar de los días me mostrara lo que me iba a encontrar más adelante. Y día tras día me acerqué, sin ver el cambio, sin notar que aquello no era la misma imagen que yo tenía en mi mente de años atrás.  Me sorprendí como aquel que imaginó el mundo acabado para el cambio de milenio, y nos ve a todos caminando cada día porque nada ocurrió.

A veces la vida nos sorprende, ese día entre a aquel lugar y sentí como aquella enorme ola de calor no había dejado ni rastros de mi memoria. Me conseguí con que los años mantuvieron un exterior idéntico, mientras en el centro de eso que congelé todo se desmoronaba. Vi como funciona la evolución de la peor manera posible, vi como, si es cierta la supervivencia del más apto, yo no quiero vivir en un mundo de seres humanos aptos. Pude, por primera vez en mi historia, ver como destrozabas mis expectativas, creencias y recuerdos, y te transformabas en mí; con todos mis defectos, y aparentemente sin mis cualidades. Fuiste poco a poco esculpiendo tu interior a un modelo nuevo, sin modificar las primeras apariencias, y al momento de seguir con tu vida solo explotaste, colapsaste por completo y acabaste con toda esa corteza que permanecía congelada.

Y ahora solo quiero acabarlo, mantuve eso tanto tiempo congelado, que ahora logré ver la transformación y lo odio. Nunca quise que terminara así, pero quisiera poder colocar todo en una bolsa, y dejarlo en la puerta de mi casa hasta que el aseo lo recoja. Quiero que te lleve el viento, o tal vez algo tan mundano como un perro callejero, si fueras una chaqueta te regalaría al primer recogelatas que pase, para no verte más nunca; así de insensible soy, así de mucho repudio tu nuevo yo.

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